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miércoles, 22 de diciembre de 2010

El tesoro del librero, un cuento de navidad

Cuando el librero de Almonacid fue expulsado de su pueblo aragonés tuvo que tomar la  difícil decisión de abandonar sus libros y enseres de oficio. Buscó un  buen escondrijo en un falso piso de madera  para que su tesoro, centenares de códices escritos en árabe, castellano y aljamiado (castellano, pero con grafía árabe) quedaran a salvo de la destrucción.

 No sabemos que fue de él en su nueva vida. Entre 1609 y 1614, como otros trescientos mil  moriscos españoles, emprendió sin más remedio, ligero de equipaje, y con la esperanza de poder volver, un viaje al otro lado del mediterráneo.

 Probablemente desembarcase en tierras tunecinas, y visitara la mezquita Zaituna  y la gran ciudad de Qairauán y pudiese contemplar más libros de los que nunca había visto en su vida. No sabemos si echaría de menos las montañas de su pueblo.

 Si en algún momento se preguntó cuál sería el destino de sus libros, creo que le hubiera gustado saber que su escondite fue el acertado. Los salvó para que  fueran descubiertos por casualidad por unos albañiles casi tres siglos después, y vueltos a salvar de nuevo de haber acabado, por puro descuido, en una escombrera. Con su acción particular y anónima estaba salvaguardando la memoria histórica de los últimos musulmanes de la península. Y  ahora podemos contar esa historia gracias a él.

 Ya que estamos en Navidad, me gustaría recuperar uno de esos cuentos que pertenecían al fondo de su almacén y que narra la vida de Jesús como penúltimo profeta del Islam. El relato de su nacimiento es otro cuento del portal de Belén: en vez del cobijo del establo, la sombra de una palmera, y en vez de pastorcillos, siete ángeles de luz. Y el niño hablando árabe desde la cuna.




Merece la pena leer el  breve informe sobre el descubrimiento de estos manuscritos, escrito en 1885 por Francisco Codera.  Está editado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
Es curioso que fuera precisamente un cura quien evitase que estos tesoros acabaran en la basura. 

Aquí una muestra de los manuscritos:
En el siguiente enlace  la referencia a la película  Expulsados, rodada en el mismos Almonacid de la Sierra, que todavía no he visto, pero que me han dicho que está muy bien . http://www.youtube.com/watch?v=T8kwnQJ1Ito&feature=related

Y más sobre la herencia musulmana: http://www.youtube.com/watch?v=NRiVTnyQ4CQ



sábado, 18 de diciembre de 2010

Encerrando el infinito. Un café con Borges y Escher

              
 
   Siempre me ha gustado encontrar conexiones. Nada más leer El Aleph de Borges pensé en una edición ilustrada con los grabados de Marius Cornelis Escher. Viendo sus dibujos uno diría que pintor y escritor eran almas gemelas. Sus universos personales estaban plagados de laberintos y paradojas, de mundos simultáneos conectados a través de escaleras y de espejos. Compartían una visión fantástica y matemática que rompe con los esquemas clásicos de tiempo y espacio. Y que me encanta.

   El pintor nació en los Países Bajos, en 1898. Borges solo un año después en Buenos Aires. Los dos inauguraron el XX  ¿Por qué no imaginar un encuentro entre ambos personajes en un café de cualquier ciudad europea? Una conversación prolongada sobre arquitectura y tiempo, sobre matemáticas y física cuántica, sobre Einstein y su teoría de la Relatividad. ¿Por qué no una partida de ajedrez que durase horas y horas? 


Ahí van retazos de lo que ví y escuché:


 Relatividad, 1953 (litografía)
“A la impresión de enorme antigüedad se agregaron otras: la de lo interminable, la de lo atroz, la de lo complejamente insensato. Yo había cruzado un laberinto, pero la nítida ciudad de los inmortales me atemorizó y repugnó. Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías está subordinada a ese fin. Abundan el corredor sin salida, la alta ventana inalcanzable, la aparatosa puerta que daba a una ventana  o a un pozo, las increíbles escaleras inversas, con los peldaños y la balaustrada hacia abajo...”   El inmortal, 1949  




 Escher intentatba representar con los medios de la perspectiva clásica una extensión espacial infinita en un espacio delimitado. Es la paradoja que Borges imagina como escenario para varios de sus cuentos.

 
Otro Mundo II, 1947 (xilografía)

“Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos]los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo.”  La casa de Asterión, 1949  

“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente.” La Biblioteca de Babel,1949



    Una  pequeña esfera que contiene el universo entero: eso es el Aleph. En los dibujos de Escher también hay esferas que nos permiten contemplar dos mundos e imaginar universos simultáneos.

Mano con esfera reflejante, 1935 (litografía)


 
Escher explica así sus esferas reflejantes: en un espejo convexo el ojo ve reflejado todo el universo, sólo lo que está detrás del espejo permanece oculto.            


 Borges: En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor (...) El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna de espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. El Aleph 1948
      
 Me gustaría prolongar el encuentro, oírles hablar sobre el juego, que  es una constante para los dos, quizá porque pone  los sentidos a prueba y consigue engañarlos. Ese engaño, que produce extrañeza y fascinación, es a su vez  prueba de la imposibilidad de conocer el mundo.

      Sobre su proceso creativo Escher decía: “si supierais lo que he visto en la oscuridad de la noche... A veces casi me ha vuelto loco la aflicción de no poder reproducir lo que veo. Comparado con ello,  todo dibujo es un fracaso que no deja entrever ni siquiera una fracción de lo que tendría que haber desrito”

     Borges responde: “No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura”